Capítulo 1:
Bajé del bus directo a tres pies de puta nieve. Era el único en el bus, y el conductor se río viciosamente mientras cerró de un golpe la puerta, y se marchó en una humareda de diésel quemado.
El edificio que buscaba era viejo, blanco y estaba cubierto de nieve. Me resultaba vagamente familiar, y tenía un camino cavado de nieve a 3 metros de donde estaba.
La puta madre, ¿a qué me he metido?
De pronto hubo 3 explosiones tan fuertes que sacudieron los árboles y la poca nieve que estaba en las ramas se fue abajo. Miré alrededor pero no pude identificar de dónde venían. Suspirando, agarré mi bolso y me dirigí al camino formado por paredes de nieve que daba al edificio. Mientras caminaba otra serie de explosiones invadieron la atmósfera. Eso explicaba por qué la nieve estaba en el suelo y los árboles estaban apenas cubiertos. Dentro del edificio no estaba más cálido, pero al menos la oficina Clase A estaba mejor.
Tenía mi brillante insignia de clase E-2, entregada por mi excelente desempeño en el AIT, y estaba orgulloso y embobado de mí mismo. Me tomó un tiempo orientarme, hasta que encontré a una mujer que ofreció llamar a mi unidad para que viniera alguien a buscarme. Les dijo que estaría en la cantina del edificio, y me mostró donde estaba. Me comentó sobre mi anillo de bodas, que el edificio era una oficina de mensajería Premium y que el pueblo más cercano estaba a 4 millas de aquí.
Excelente, estoy jodidamente vacío y somnoliento. Nada muy grave. Lo disfrutaba pensando que de lo contrario estaría pasando una noche en prisión. No es que no fuera a enlistarme de todas formas, es solo que la custodia del ejército se adelantó un poco de lo que tenía pensado.
Así que estoy sentado, comiéndome unos nachos y bebiéndome una soda cuando llegó este tipo. Se veía jodidamente miserable, vistiendo esas botas de Mickey Mouse, una estúpida parka y pantalones para climas fríos.
- ¿Eres Monkey? – me preguntó, acercándose al radiador y dispuesto a quedarse ahí.
- Sí, soy yo. ¿Eres de la unidad?
- Sí. Termínate los nachos - me dijo, luego fue por una cerveza. Se sentó a mi lado, abrió la botella, se bebió un buen sorbo para luego eructar.
- ¿A quién mierda hiciste enojar para terminar aquí? – me preguntó.
- A nadie. Fui asignado directamente aquí luego del AIT. Todos los demás asignados a Alemania terminaron en el Reemplazo 21°. A mi me tocó aquí. ¿Por qué?¿ Qué es tan malo a parte de la nieve?
- Contándote a ti y a mí, ahora somos 18 en la Unidad - gruñó - A algún imbécil tuviste que hacer enojar.
- ¿18 personas? ¿10+8? – me jodió realmente el número.
- Exacto. Los otros 200 se supone que llegarán en los siguientes meses. Si eso te parece jodido espérate a ver las barracas - terminó su cerveza, masticó un par de nachos y se paró cerrándose la parka - Es hora de movernos muchacho.
Me di cuenta de su rango en ese momento, E-4, pero parecía 900 años más viejo que yo. Lo seguí silenciosamente a una Chevy Blazar, que encendió y enseguida emprendió camino por las calles.
- Se pone frío por Agosto, hay nieve más o menos a fines de Septiembre y se queda así hasta Marzo o Abril, eso es lo que he escuchado de los demás aquí – me explicó –La mayoría de estos edificios fueron construidos por los Nazis antes y durante la segunda guerra mundial, por ejemplo nuestras barracas fueron construidas en 1930 y fueron reacondicionadas el mes pasado.
Paramos a un edificio donde conseguiría mi equipo para mi estadía. Me indicó donde estaban los TA-50 para recoger mi equipo y fue enfático y macabro al decirme que de lo contrario no podía sorprenderme morirme, literalmente, de frío en la noche. Cuando pasé a recoger mi equipo para el frío me percaté de que había un alemán leyendo una porno en la misma sala. No hizo ningún gesto, ni siquiera me entregó algún registro por mi llegada, sólo me entregó toda mi mierda y nos echó.
- ¿Acaso no llevan un registro de contabilidad? – le pregunté mientras subía mi segundo bolso lleno de mierda a la parte de atrás de la camioneta.
- ¿Para qué? A nadie le importa una mierda nosotros o este lugar. Al departamento de defensa no le puede importar menos lo que hacemos aquí. De hecho puedes literalmente asesinar a cualquier persona que quieras, y quizás, solo quizás, alguien en Stuttgart le importe un poco como para enviar a alguien a investigar. La semana pasada la compañía de ingeniería perdió dos hombres, nadie sabe a dónde fueron, pero como no había ningún vehículo perdido y dejaron su equipo de nieve atrás, concluimos que están muertos. Los encontraremos en verano.
La puta madre, a donde me vine a meter. Llevamos 25 minutos manejando y cruzamos una curva conocida en los alrededores porque el último año han muerto 22 tropas por tomar la maldita vuelta demasiado rápido. Cuando cruzamos la camioneta se inclinó lo suficiente como para no sorprenderme de que nos íbamos a ir cerro abajo.
Finalmente llegamos al edificio. Empezaba a ponerse oscuro, apenas unas pocas luces estaban encendidas. Entramos y me di cuenta de lo tibio que estaba. La primera vez que no sentía frío desde Frankfurt.
- Hey, Carter, este es el soldado Monkey, necesita un cuarto y algo de ropa de cama para la noche – le dijo al cabo sentado detrás del escritorio. Abrió una caja, retiró una llave y el soldado que lo acompañaba sacó de un closet un juego de sábanas gruesas, dos mantas de lana y una almohada. Las recibí y volvieron a ver un maldito show en la pequeña TV del escritorio.
Mi guía me llevó al segundo piso, y se dirigió a la segunda parte del edificio. Abrió unos candados y unas rejas.
- Eres el único en toda la sección. Algunos dormimos en la sala de diario por comodidad.
- ¿Por qué? – le pregunté mientras abría el cuarto, que olía a pintura y aserrín y quizás a algo más.
- Ya verás – buscó algo en la parka y me entregó una botella de Tequila – Mantente calient, chico. Cuando despiertes ve directo a la sala de diario. Creo que tenemos un oficial hoy, pero en este momento no te preocupes por formaciones o cualquiera de esas mierdas.
Asentí de manera estúpida, completamente confundido. ¿Esto es el ejército?¿El verdadero ejército? ¿El servicio activo? ¿Qué.Puta.Mierda? La puerta se cerró y sentí como la habitación se llenaba de oscuridad, a pesar de que la luz estaba encendida. Entonces, baño a la izquierda, lockers a la derecha. Un pequeño “pasillo” exactamente igual a la distancia donde estaban los locker. La habitación era cómoda y grande, tenía un radiador, refrigerador, dos escritorios, dos cómodas y dos camas. Fui al radiador a prenderlo y escuché los crujidos y raspados que hacen los radiadores al encender.
Mirando por la ventana vi una cerca con alambre de púas y dos torres de guardia. Vacías. Ningún movimiento en las torres. Cerré las cortinas para que el frío no se escapara y saqué mis cosas de los bolsos. Pensé en el resto de mis compañeros del AIT, todos fueron enviados a lugares como Umatilla, Black Briar Creek, Red Stone Arsenal, Johnston Atoll. Y yo, enviado a este puto lugar que ni siquiera tiene nombre. Empecé a sospechar que ReA significaba “Reactivado” pensando que no había oficial asignado aún.
Luego de una ducha en donde lo único que podía hacer era pajearme pensando en mi novia, fui directo a la cama. Hacía frío, pero estaba acostumbrado desde que estuve en la correccional.
Desperté al otro día tiritando, muerto de frío debajo de las mantas. Había alguien en la habitación, podía sentir su presencia. Pero no me moví, ni tampoco abrí los ojos. Aprendí ese truco en la correccional. Mantuve la respiración al mismo ritmo, pero el aire estaba tan frío que me hizo toser y sentarme.
Mi habitación estaba completamente negra y con frío increíble. Me senté y puse los pies en el piso, que tenía hielo formado. ¿Pero qué mierda? Aun sintiendo que había alguien en la habitación conmigo, fui a prender la luz. No era la perra de nadie, asique si encontraba a alguien con el pene en la mano, iba a romperle el cráneo con lo primero que encontrara.
La habitación estaba vacía cuando prendí la luz, pero había hielo por todos los lugares donde estuve. Aun sentía que alguien me observaba, y con el frío que hacía era insoportable la sensación. Helado y nervioso, me enrollé en mis frazadas y salí de la habitación.
El pasillo estaba heladísimo y oscuro, y yo en calcetines y mis long johns. Por el frío podía verme la respiración de la nariz, con el pequeño destello que formaban las pocas luces encendidas. Atravesé las dos puertas y busqué la sala de diario. SALA DE DIARIO/ CUARTO DE MANDO se leía justo enfrente de mi sección, a la entrada del segundo piso.
Entré y me encontré con exactamente la misma sala a la que debería haber sido la entrada del edificio. El cabo que me recibió en la entrada estaba sentado ahí y el soldado que me entregó la ropa de cama leía un libro. Había 15 personas en la habitación, todas acurrucadas en sillas, envueltos en sus frazadas de lana. Dejé mi mierda en una silla vacía y fui al sector de mando.
- ¿Oye, por qué está tan frío? – le pregunté al soldado de la ropa de cama, que me miró y luego miró a su alrededor.
- El horno de la calefacción se fue a la mierda.
- ¿Cómo demonios el horno de la calefacción se fue a la mierda?
- Pues nadie lo ha cargado con carbón desde el otro día.
- ¿Y por qué mierda no?
Me miró y sonrío, como si supiera un secreto. Se levantó y sacó una llave del bolsillo, y fue directo a uno de los escritorios de la sala. Sacó un papel y dibujó un mapa del edificio.
- Está bien, mira, aquí es donde estamos. Ve directo por el pasillo y cruza las puertas dobles, luego cruzas a la primera puerta a tu izquierda, baja las escaleras y sal por la salida. Habrán dos puertas a tu izquierda, casillas de correo y una única puerta a la derecha. Toma la primera puerta a tu izquierda y usa esta llave. Anda hasta el fondo donde encontrarás el horno y montón de carbón. Abres el horno, pones el carbón, usas la gasolina que hay y le prendes fuego. Y luego vuelves.
Me indicó todo en el mapa que dibujó, mientras me daba cuenta de que hablaba de un horno a carbón. A la mierda, conozco como se usan esas cosas, mi padre tenía uno en su casa en la costa este y solía siempre mandarme a prender la mierda.
Asentí, tomé la llave y una linterna y fui a mi habitación. Fastidiado me vestí muy abrigado, y volví al sector de mando. No dije nada, pero sabía que había gente aún en la sala. El pelo de la parte de atrás de mi cuello no quería quedarse abajo.
Así fue como seguí las malditas indicaciones, pero noté algo que olvidó mencionarme. Había una puerta que daba hacia fuera, cerrada, y protegida con una cadena bastante nueva. Curioso, abrí la puerta y entré. LA PUTA MADRE. Un suelo muy sucio y un techo sin terminar se abría a la oscuridad. Podía oler un montón de olores extraños y podía oír claramente una respiración pesada, un trabajado sonido de respiración en la oscuridad. La piel de gallina y el nerviosismo que se había disipado al salir de mi habitación volvió de un solo golpe. Estaba agradecido de estar completamente vestido.
Avancé por la habitación, por ese suelo asqueroso, adentrándome a la oscuridad. Pasé cerca de donde venía la respiración pesada y me volteé a mirar. Un antiguo calentador de agua eléctrico fue lo primero que se alumbró con la linterna. Pude ver como salían de él varias tuberías, de las cuales salía el vapor que producía ese sonido pesado. El aire no estaba denso o cálido, seguía estando frío y podía ver algunas fugas congeladas en las uniones de las paredes.
No podía estar en el ejército. Esto no era el ejército de los años ’80. De alguna manera terminé en la década del ’50.
Escuché que algo se deslizaba detrás de mí y se dio vuelta cuando traté de alumbrarlo con la linterna, fue ahí cuando un par de ojos pequeños y brillantes me miraban en la oscuridad. Sentí un escalofrío en mi espalda, y entendí que yo no pertenecía a ese lugar. A lo que sea que estuviese ahí no éramos de su agrado. No nos quería en el edificio, quería que desapareciésemos, que nos fuéramos del lugar. O nos quería muertos.
Los ojos de pronto se fueron acercando, hasta revelarse una rata gigante, fácilmente del largo de mi antebrazo con una cola larguísima. Me gruñó, y abrió la boca.
¡JODETE! le grité, di un paso hacia adelante y patee a la gorda hija de puta directo a la oscuridad. Retrocedí, lentamente, sin tener todas mis facultades controladas, ni siquiera consciente de que estaba alejándome de la puerta si es que quisiese escapar.
Cuanto terminé chocando con la pared y la pala que estaba sujeta cayó al piso, grité. Había aprendido en el AIT que mi voz debió haberse amplificado por las condiciones. Sin embargo, el grito fue seco y plano, ni siquiera tuvo un pequeño eco.
Estaba casi calvo, pero mi pelo estaba tieso. Podía escuchar crujidos en la oscuridad, y mi imaginación muy fértil conjuraba demonios apareciendo desde aquel suelo asqueroso, rompiendo huesos de algún infeliz olvidado.
Girando en mi propio eje encontré una lámpara de keroseno. Temblando agarré la linterna en la boca y prendí la lámpara. Estaba al fondo de una sala oscura, y estaba a punto de volverme loco pensando que alguna mierda se acercaba a mí, en busca de carne tibia y joven.
La lámpara alumbró lo suficiente como para ver un destello metálico cerca de mí, lo suficiente como para asegurar que eso era el puto horno. De todas formas no me calmó, el horno era enorme, negro y tenía una swastika Nazi en la tapa. Darme cuenta de eso me congeló la sangre. Mi imaginación me hizo pensar en gritos y lamentos desde dentro del horno.
Era una criatura inmensa, una bestia negra, dominante hija de puta que demandaba sacrificios para funcionar. A la mierda esto, es un puto horno, soy un maldito soldado, un asesino del tío Sam que se ofreció para acabar con cualquier hijo de puta que se me cruzara. No iba a estar asustado por un horno Nazi gigante, una maldita rata muerta o la puta oscuridad.
Abrí la tapa del horno, metí el carbón que estaba en un cajón, justo como el soldado hijo de puta me había indicado, lo rocié con gasolina y lo prendí. Encontré la tolva y la cargué. Por la cantidad masiva de telarañas me di cuenta de que los tipos que cargaban esta mierda solo le ponían carbón al horno. Hijos de puta. Con un “Jodete” para cerrar mi tarea, quité con la pala el emblema Nazi y lo tiré a la hoguera.
Que se jodan estos hijos de puta muertos. Tomé la lámpara y caminé por el pasillo de la habitación ignorando todos los sonidos. ¿Esa respiración? El calentador de agua. ¿Ese quejido? La estúpida rata muerta. ¿Esas pisadas detrás de mí? Debe ser eco.
Espera un momento. ¿Pero qué mierda? Me detuve y las pisadas seguían detrás de mi, paso a paso. No iba a mirar para atrás. Tampoco correría. Los monstruos no son reales. No iba a correr. No iba a mirar para atrás. Los monstru… ¡A LA MIERDA! ¡CORRE POR TU VIDA HIJO DE PUTA!
Golpee la puerta de una patada como en las películas, y la cerré en un movimiento. Contuve la puerta, temblando y sudando. Mientras la cerraba con la cadena podía escuchar los golpes desde el otro lado, pero me rehusé a abrir la mierda.
¡Chupapenes, espero que les guste estar ahí dentro! Apagué la lámpara y me senté apoyado en la puerta. Luego me dirigí al sector de mando. Entré apurado, pero estaban los 15 soldados todavía durmiendo.
El cabo estaba ahí, aún sentado, pero el soldado de la ropa no estaba. Bien, el puto no se congelaría hasta morir, pero dejémoslo ahí abajo hasta la mañana, el maldito hijo de puta.
- Amigo, ¡volviste! – escuché detrás de mi. Salté del susto y me voltee. La puerta del baño se cerraba y el maldito hijo de puta estaba ahí, frente a mi – Joder amigo, te fuiste por más de una hora, ya estaba pensando en enviar una misión a buscarte. ¿Entraste?
- Por supuesto que entré. Cargué el carbón, los radiadores deberían empezar a calentar a estas alturas – le dije, mientras me daba cuenta de que nadie había estado jodiéndome.
- Buen trabajo soldado. En los últimos meses nadie había hecho el trabajo, y la mayoría de nosotros no se atrevería siquiera a pararse frente a la puerta.
- ¿Entones, fue mi imaginación? – pregunté.
- No – me dijo, y concluyó – estas putas barracas están embrujadas, todo el puto lugar lo está.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Bienvenido a Alemania Soldado Monkey, aun no has visto nada.